12 de octubre de 2007

Psicología de la comunicación, los sistemas de escritura y las TIC: orientaciones conceptuales

El EZLN podía haber sido una guerrilla más, como cualquier otra, perdida en el mar de la información que ahora llega y se va, con más razón que un santo, pero sin ningún tipo de posibilidad de sobrevivir a la indiferencia mediática de los países occidentales (incluyendo México). Pero no fue así. Por una vez, la acción traspasó las fronteras nacionales del estado implicado. Esto generó un movimiento social de solidaridad en muchos países, que aún hoy día no ha terminado, hasta el punto de que, por las íntimas relaciones que han mantenido ambos movimientos, podríamos decir que en Chiapas empezó el actual movimiento global antiglobalización neoliberal. En palabras del subcomandante Marcos publicadas en El País (21 de febrero de 1999):

"Nos vemos como un grupo que plantea una serie de demandas y tiene la fortuna de que esas demandas encuentran coincidencias, reflejos o espejos en las demandas de otras partes del país y del mundo. En todo caso, el mérito del EZLN es haber encontrado la frecuencia de comunicación para que se produjera ese reflejo múltiple, primero en el México urbano, en el México campesino e indígena. Pero también en otros países y en minorías excluidas de otros países. La demanda del '¡Ya basta!' encuentra su reflejo en otras partes. Tuvimos la fortuna de encontrar la sintonía para no sólo comunicarnos con esos grupos, sino que esos grupos se sintieran interpelados y armados por el discurso."

AUTOR: Volvamos al lenguaje. Ofrecéis una propuesta lingüística nueva, que se vale de metáforas indígenas, de la capacidad de representar mediante lo simbólico. A eso le añades elementos culteranos, creas una especie de sincretismo lingüístico. Como la situación es nueva, ¿estáis proponiendo una nueva manera de leer, de interpretar?

MARCOS: Lo que queremos es darle a la palabra otro uso. No más allá del que tiene pero sí retomar el uso que había perdido. La palabra en política, y sobre todo en México, en la política mexicana había sufrido un desgaste continuo. Conceptos como patria, nación, revolución, cambio, justicia social, libertad, democracia estaban completamente vacíos. Lo que decidimos es darles un nuevo contexto y volverlos a nombrar. Recordar viejas cuestiones pendientes, recordar viejas deudas y llamar a la gente a trabajar sobre esos puntos. No pensamos que la palabra vaya produciendo una revolución, no le apostamos tanto. Pero sí pensamos que la palabra puede producir reflexión, puede producir conciencia de lo que está ocurriendo. Cuando reutilizamos palabras como patria, democracia, libertad y justicia, conceptos que se manejan en el discurso del poder y en cualquier discurso político convencional, lo hicimos tal como las sienten e interpretan las comunidades indígenas respaldadas por la acción del EZLN. Se da paso a un nuevo significado, como si la palabra "patria" fuera nueva y en ese juego más tarde coinciden los sectores urbanos que se acercan al zapatismo. Como tú dices se produce un cierto sincretismo entre el lenguaje urbano y el lenguaje indígena. Eso comunica que es posible hacer otras cosas, sin acabar de fijar un modelo alternativo de país, ni de sociedad. Nuestro programa no es un programa de gobierno, es un programa de transformación. El país ¿cómo va a ser? Va a ser producto del encuentro de todas esas fuerzas, reconociendo que unos son diferentes de otros y que unos y otros pueden tener un lugar. Ése es el espacio que hay que abrir. Entonces, y sólo entonces, decimos nosotros: Es posible una revolución. Hagamos una revolución para abrir el espacio que haga posible la revolución.

AUTOR: Eso es fruto de un juego dialéctico, interactivo entre vuestro lenguaje original que traducía el desorden tal como vosotros lo veíais y el de los indígenas que era también su representación del mismo desorden. Es la constatación de la no-función del lenguaje político revolucionario habitual, del desuso en el que ha caído. Toda esa jerga que hemos asimilado en una época de nuestra vida, las condiciones objetivas, las subjetivas, la contradicción fundamental, la de primer plano... Toda esa jerga traduce casi un no-saber en el mundo en el que estamos. Saber el mundo en el que estamos requiere buscar un lenguaje para expresarlo.

MARCOS: Sí, de eso sí somos conscientes. Pensamos que es necesario construir el lenguaje usando otra vez la imagen del espejo y del cristal para poder ver lo que está ocurriendo y sobre este nuevo lenguaje es posible construir el cristal por el que podamos ver al otro lado. En ese sentido, sí somos conscientes de que eso es una aportación fundamental a la que estamos contribuyendo, aunque no somos los únicos protagonistas tampoco, porque hay otros movimientos y sectores, sobre todo culturales, que están aportando ese nuevo código político y cultural, que apunte a ver otras cosas.

AUTOR: Habéis creado, al menos, una poética revolucionaria alternativa. Códigos nuevos, para describir una nueva situación. Ejemplificáis las propuestas políticas mediante fábulas, a veces incluso la descripción de una situación. El uso fijo de la máscara y la utilización del concepto de máscara alcanza un nivel polisémico de expresión. La máscara primero es un elemento defensivo para que los represores no os identifiquen, pero llega un momento en que eso es lo de menos. La máscara deviene metáfora. La sociedad está enmascarada y vuestra máscara le ayuda a contemplar su propio rostro enmascarado.

MARCOS: Precisamente, la máscara es un símbolo que se construye no propositivamente sino que es producto de la lucha. En realidad, el símbolo de los zapatistas no son las armas, ni la selva, ni las montañas. El símbolo zapatista es la máscara, el pasamontañas... Y eso se va repitiendo una y otra vez. Cuando nos dicen o nos critican ¿por qué usan máscaras? ¿Por qué se esconden? Un momento. A nosotros nadie nos miraba cuando teníamos el rostro a descubierto, ahora nos están viendo porque tenemos el rostro cubierto y si hablamos de máscaras vamos a hacer cuentas de lo que oculta la clase política de este país y de lo que muestra. Vamos a comparar el tamaño y el sentido de sus máscaras y de las nuestras.

AUTOR: Da la impresión de que valoráis lo que en comunicación se llama el feed-back, es decir, estáis muy pendientes del eco de lo que proponéis. Para empezar modificáis vuestra propuesta y su lenguaje, frente a la rigidez mesiánica de un revolucionarismo vanguardista. De la máscara para defenderos pasáis a la máscara como reflejo de la doble verdad del PRI y del sistema de dominación en general.

MARCOS: Exactamente. ¿Qué es lo que ocurre en la montaña antes de 1994, cuando entramos en contacto con las comunidades? Hacemos nuestra propuesta política. No pasa, rebota, la vamos modificando, aprendemos, pues, a escuchar ya hablar. Entonces, a la hora en que salimos afuera, hacemos lo mismo: llamamos a W1a puerta y por aquí es, esto sirve y esto no sirve. Lo que queremos es que nos entiendan. Así, vamos modificando y modificándonos, sin alterar lo sustancial.

AUTOR: El gran éxito lo tuviste cuando, tras las supuestas revelaciones sobre tu identidad a cargo de Zedillo, tú propusiste a una convención de zapatistas: ¿Queréis que me quite la máscara? y te contestaron que no, no te la quites. Eso demuestra que la gente ha entendido el sentido de la máscara.

MARCOS: Que ya no importaba lo que estaba detrás de la máscara sino lo que simbolizaba.

AUTOR: Ya me has explicado que vuestras pautas lingüísticas y simbólicas fueron el resultado de una interacción del lenguaje urbano, universitario, y el indígena. A ti se te han aplicado muchas metáforas. Te planteo una: "mito instantáneo". Todos los mitos de la segunda mitad del siglo XX son casi instantáneos, están creados mediáticamente, no como los mitos de la Antigüedad que tardaban generaciones y generaciones en consolidarse. Ahora, el papel del mito instantáneo, para mí, es una de las bases del éxito de la propuesta del zapatismo. El mito es un referente simbólico de consumo, de uso. La gente necesita mitificar a Marilyn Monroe o a Kurt Cobain y que una propuesta revolucionaria irrumpa en el mercado de los mitos demuestra que es un producto necesario, y estoy utilizando muy conscientemente el lenguaje del marketing, el lenguaje que ellos emplean para justificar su cultura, su política, su verdad de mercado. Es como si la banalidad de la posmodernidad hubiera actuado como un boomerang. Han consumido mitológicamente al Che por su condición de maldito, de perdedor, aun a riesgo de que pueda reinar después de morir. La burguesía ha convertido al Che en un póster que puede tener hasta en el retrete. A ti te tienen que aceptar como un engorroso competidor mediático.

MARCOS: Y de ahí, el énfasis de la derecha y de los intelectuales de derecha de querer ponerle nombre a la máscara, cualquiera que ése sea. Contra la máscara no podemos pelear, contra ese mito no podemos discutir. Necesitamos darle nombre y apellido.

AUTOR: Te reprochan que no seas un cadáver como el Che. ¡Con lo bien que le sienta el luto a Electra!

MARCOS: El reproche que hacen es: si es tan revolucionario, ¿por qué no se muere peleando? No nos pueden perdonar que vivamos.

AUTOR: Es algo parecido a cuando la derecha europea trata de descalificar a los partidos de izquierda porque no son lo suficientemente de izquierdas. Izquierdistas, piden, no votéis a las izquierdas porque ya no son de izquierdas. Se ha calificado la revolución zapatista como posmoderna. Supongo que por su ubicación en el tiempo, una revolución después de la revolución, también por el sincretismo cultural y lingüístico. Por una parte hay una lectura crítica de la realidad y por otra la propuesta de una lectura crítica del mundo desde una cosmogonía indígena. Por todo lo cual te han llamado "posmoderno". Habida cuenta de que como se había terminado una idea de modernidad y de progreso, de alguna manera había que llamar eso. El zapatismo puede también contemplarse como una marcha constructiva de una nueva idea de progreso que pasado el interregno posmoderno retoma el discurso de otra modernidad.

MARCOS: Para el intento uniformador del neoliberalismo, a pesar de las fisuras que debe atender su manera de normalizar, el zapatismo es el desafío de lo novedoso, muy difícil de meter en categorías anteriores. El neoliberalismo no es otra cosa que el liberalismo renovado, modificado. El zapatismo es el neozapatismo, el zapatismo modificado. En ese sentido, también se nos cataloga como posmodernos. Son intentos de catalogar que una y otra vez entran en quiebra. Porque somos muy escurridizos. Somos tan escurridizos que no nos podemos explicar ni nosotros mismos. Entre otras cosas, fundamentalmente, porque somos un movimiento, nos estamos moviendo. Tenemos nuestra ruta general y en este sentido nos movemos, vamos y venimos de acuerdo a cómo vemos, a cómo sentimos que somos recibidos.

AUTOR: Parte del impacto de esta nueva propuesta es que el personaje Marcos que representa un colectivo, el portavoz de un colectivo, se atreve a decir lo que nadie se atrevía a decir de esa manera tan audazmente irónica. Tú introduces una distancia entre lo que crees y lo que dices, esa distancia se llama ironía. Eso en lenguaje político no había existido nunca. Al contrario, el político hablaba desde una gran seguridad y de una gran firmeza de lo que proponía porque la ironía da la impresión de que estás proponiendo a la gente que dude de su propia duda o que dude de tu propia duda. Estás proponiendo una interacción en ese sentido. Eso es algo que hasta ahora en el código político sobre todo de estas características, habiendo armas por en medio además, que lo complica todo mucho, no se había producido. Como un ejercicio sistemático. Tú a veces formulas una propuesta y de pronto cuando se ha producido un encantamiento de comunicación convencional, introduces la ironía. Entonces, rompes un cierto encantamiento y obligas a pensar, abres otra ventana, otra dimensión.

MARCOS: Es que necesitamos esa retroalimentación, necesitamos receptores. Una y otra vez estamos insistiendo: nosotros no fijamos la línea hacia la que avanzar. Vamos construyendo esa línea. Queremos construir otra forma de hacer política y tiene que ver con la forma del poder. Nosotros no estamos buscando seguidores, sino interlocutores porque sabemos que eso que queremos construir no lo vamos a poder hacer solos. Además hemos de poner en crisis continuamente la imagen del caudillo o del líder. Si no nos cuestionamos a nosotros mismos, vamos a crear una secta que puede ser muy amplia o puede ser muy restringida, depende, pero que no va a resolver los problemas.

AUTOR: ¿Le gusta dudar a la gente? Cada vez hay menos capacidad de matices. Casi todos se han acostumbrado a la seguridad acústica, a oír lo que se quiere oír, la ratificación del propio criterio y a veces cuando le llega algo que no sabe cómo escuchar, lo rechaza inmediatamente porque no lo entiende y se siente agredido.

MARCOS: Nosotros apostamos al revés. Esa seguridad acústica produce aceptación o rechazo, y desgastado como está el discurso político produce rechazo. Entonces, el hecho de decir verdades, o lo que nosotros suponemos verdades, va a causar efecto, aunque nos limitemos a provocar dudas, porque eso acentúa el desgaste del discurso oficial y de momento tenemos éxito porque recibimos retroalimentación. De una u otra forma desde 1993, o desde antes, la relación del EZLN con su entorno social ha sido el diálogo, la consulta, decimos nosotros. Por una consulta se decide la guerra, por consulta se deciden los mandos, los organizadores o la jefatura organizativa, y luego conforme va avanzando el proceso una y otra vez hemos ido consultando sobre cómo vamos a hacer las cosas. Más que saber lo que piensa la gente, nada más. Lo que queremos es que se dé este va y viene del diálogo, este va y viene de las ideas y sobre este va y viene empezar a construir cosas. El primer resultado es que estamos encontrando que hay muchos que piensan como nosotros, que tienen que reconocerse las diferencias, que tiene que abrirse el espacio para muchas iniciativas, que se tiene que abrir el rango para la creatividad, que es posible hacer otras cosas de otras formas. Aunque las banderas sean las mismas, no es posible que una misma bandera, la de la libertad por ejemplo, produzca necesariamente sólo una forma de luchar por la libertad, sólo una forma de nombrarla, sólo una forma de pelear por ella. Hay muchas formas de nombrarla, muchas formas de pelear por ella, y muchas formas de defenderla.

AUTOR: En todo proceso creativo, sea literario o político, cuando la política es creación, el sujeto -sea el escritor, sea el político- tiende a convertirse en un personaje. Y el personaje en literatura y en política, condiciona una manera de ver la realidad. Por ejemplo, Lenin, aparte de ser un líder o un revolucionario, es un personaje, Castro es un personaje, Guevara o Mandela actúan como personajes, tú eres un personaje. Según la connotación de cada personaje hay una propuesta de diferente realidad alternativa. Por ejemplo, yo no me imagino a Castro expresándose como tú.

MARCOS: Si así hiciera, lo fusilan.

AUTOR: ¿Quién fusila a Castro? Tampoco lo veo suicidándose. Está incapacitado para salir de su propio código. El tuyo te permite, porque habéis adoptado en general el movimiento continuo, el que la gente participe, porque la vuestra es una mirada incontrolada, es decir, no tenéis rostro. Pero ahí también puede darse la clave de vuestra supervivencia. Kalfon, el que ha hecho una biografía de Guevara, te compara con el Che y dice: Guevara era el revolucionario oculto, que basaba su eficacia en estar oculto. En que nadie supiera cómo era, dónde estaba. El éxito de Marcos es haber salido en la televisión. Porque en la sociedad actual el que te hayan podido ver te convierte en indestructible, porque no te pueden matar en una esquina o en un rincón del mundo. Te tendrían que matar en un plató de televisión. Eso les crea una contradicción, yo creo, muy irritante.


M. Vázquez Montalbán (1999). Marcos: El señor de los espejos (págs. 142-149). Madrid: Aguilar.

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