5 de octubre de 2013

Paradojas de nuestro sistema educativo


España produce buenos titulados con conocimientos demasiado teóricos y dificulta la integración de los que carecen de competencias básicas

Nuestro sistema educativo, secundario y superior, produce buenos titulados, con amplios conocimientos, a veces demasiado “teóricos”. Pero, al mismo tiempo, dificulta la integración de aquellos que carecen de unas competencias básicas, de comprensión y expresión, y por eso acaba expulsándolos antes de tiempo. Y, para evitar la salida temprana del sistema de muchos alumnos, de nada van a servir las pruebas externas y reválidas que se propone implantar la futura LOMCE. Más bien al contrario, reforzarán el fenómeno.

Rémoras en nuestra enseñanza


Ya no sirve la pedagogía tradicional que solo pretende transmitir saberes que no se cuestionan

Se aprende no acumulando hechos —basta con saber cómo se buscan cuando se necesitan—, sino poniéndolos en duda, incitando a cuestionarlos. El alumno no es el sujeto pasivo que debe asimilar los conocimientos que transmite la autoridad del profesor, sino el protagonista activo que, ante una pregunta que suscita su curiosidad, busca por sí mismo una respuesta. La función del profesor no es hacer el trabajo por él, menos sugerirle la respuesta adecuada, sino acompañarle en este proceso, criticando sus resultados y animándolo a seguir adelante. Poco se aprende sin el afán previo de conocer algo que nos haya llamado la atención, ni sin el esfuerzo personal por encontrar la solución.

Razón de enseñar

Por Ángel Gabilondo

Pensar de verdad en los docentes incluye considerar lo que les ocurre a quienes enseñan. A pesar de tantas dificultades, bien conocen que son la razón de ser de su labor. Y al tenerlos bien presentes la cuestión es efectivamente quiénes son. Niños, niñas, chavales, adolescentes, jóvenes, hoy por hoy de todas las edades,son el sentido y dan sentido a la tarea de enseñar. Es preciso no sustraerse a lo que cada uno, cada una, son como seres singulares e irrepetibles. Y no es fácil. En la consideración por lo común, en la atención colectiva, no se diluye, antes bien resplandece, cada quien en su carácter insustituible. Sin duda, la labor es ardua y no siempre se disponen de los mejores ánimos o de las precisas fuerzas. Y condiciones. Y entonces quien enseña se encuentra efectivamente falto de recursos en múltiples sentidos. No de motivos.

Sin embargo, el buen docente no ve únicamente alumnos y alumnas, encuentra aseres singulares, quienes con alguna suerte de desamparo esperan, con no demasiada paciencia, y tienen necesidad sin conocer siempre lo que precisan. En la mirada de su desconcierto advierte aspectos de sí mismo, aunque no puede permitirse refugiarse en él.

Insistir en que no solo se educa en horario escolar es tanto como recordar que es tarea de todos, que nadie ha de desentenderse de esa responsabilidad que nos atañe. En cualquier caso, hay quienes, por su preparación, por su ocupación, su oficio y su competencia dedican tiempo de vida, vida propia, a enseñar. Y lo hacen a la par porque no dejan de ser capaces de aprender. Al encaminar y acompañar como docentes no cesan de buscar conducirse a sí mismos adecuadamente. Muestran, señalan, indican, significan. Y no pocas veces entienden la orfandad de quien les mira, tanto como la que ellos sienten al ser requeridos, en tantas ocasiones más allá de lo razonable, por mucho que sea dentro de lo imprescindible.