11 de febrero de 2008

Es que nos vuelven locos

Lavanguardia.es (3 de febrero de 2008)

Nuestro cerebro no puede negociar simultáneamente todos los estímulos que le salen al paso

El timbre de los teléfonos, aquella persona que nos atrae y ahora se muestra en todo su esplendor al lado de la fotocopiadora, el correo electrónico que acaba de llegar con una irresistible oferta de vacaciones rurales o con un enlace que está gritando "¡Sígueme...!", la ropa estrafalaria del estrafalario de turno... Con todas estas maravillas agitándose alrededor, ¿cómo va a concentrarse uno en su trabajo? Los científicos comienzan a hacerse la misma pregunta, pero desde otro ángulo: cuando uno tiene que hacer una tarea -doméstica, en la oficina, en la fábrica o en el trabajo en el que se desempeñe-, el número de cosas que hace antes o al mismo tiempo, que no tienen nada que ver con dicha tarea, ¿es un índice fiable de su falta de concentración? Y ésta, cuánto le cuesta en primer lugar a la víctima y, en segundo lugar, a los que le rodean, sea su familia, su empresa, los viandantes, los pasajeros, etc.?.

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